Los castigos no deberían existir, ya que está comprobado que no es la forma más efectiva de enseñar, que hace daño y provoca que nuestros hijos se sientan mal.
El castigo se basa en el miedo
¿Por qué entonces tantos padres usan los castigos?
En la mayoría de los casos, los padres creen que funcionan ya que piensan que sus hijos, como no pueden salirse con la suya, se portan mal. Con los castigos expresan su frustración y su enfado. En otras ocasiones, es porque los padres han tenido esa experiencia en su propia educación y no tienen la capacidad, las habilidades ni las herramientas para modificar esa conducta. Y otras veces es porque a través del castigo los padres creen que tienen el control en la vida de sus hijos y no quieren ser permisivos.
Si diéramos un paso atrás y observáramos con objetividad la situación, nos daríamos cuenta que se castigan las conductas, siempre las mismas conductas, una y otra vez. Por tanto, está claro que el castigo no funciona.
La ira o el enfado no dejan un aprendizaje positivo en nuestros hijos. Para que la educación sea eficaz debe ser amable, racional, afectuosa y firme
Sustituir los castigos por información
Si eres un padre o una madre que sigue optando por castigar a tus hijos y quieres empezar a cambiar esa conducta, es importante que tengas en cuentas estos dos pasos esenciales:
- Hay que explicar al niño/a el por qué de nuestro disgusto y preguntarles por qué lo han hecho. Todo sin gritar, enfadarse o castigar.
- Hay que sustituir los castigos por oportunidades llenas de respeto para nuestros hijos. Enséñales cómo sus conductas afectan a los demás o pueden hacer daño a otra persona.
Ejemplos de conductas que podrían suponer un castigo:
El niño/a tira el refresco:
- Los padres que castigan le gritarían, pegarían o se enfadarían.
- Los padres que apuestan por una educación positiva cogerían un trapo para ellos y otro para sus hijos/as y le dirían: «Podemos limpiarlo juntos».
El niño/a está jugando con el perro, le está molestando y haciendo daño:
- Los padres que castigan le reñirán, discutirán con él/ella, le amenazarán o incluso puede que le griten y castiguen.
- Los padres positivos le dirán: «Luego puedes volver a intentar jugar con el perro, cuando estés más tranquilo. Así no le harás daño».
El niño/a se le olvida hacer los deberes:
- Los padres que castigan le quitarán los privilegios hasta que los haga.
- Los padres positivo les dirán: «Es mejor que hagas ahora tus tareas, tal y como me dijiste que lo ibas a hacer. De esta manera, habrás acabado antes de la cena».
El niño/a de dos años pega a sus padres:
- Los padres que castigan les pueden devolver un cachete o le puedes gritar diciéndoles: «¡No vuelvas a hacerlo nunca!»
- Los padres positivos les darán unas caricias y les dirán: «Así con suavidad, siempre».
El niño/a está dando golpes al juguete y lo va a romper:
- Los padres que castigan le pueden decir: «No sabes jugar. No tedas cuenta que no valoras las cosas que tienes. ¡Eres un animal!»
- Los padres positivos cogerán el juguete, lo retirarán y les dirán: «Cuando creas que puedes jugar con él y cuidarlo, me lo dices y te lo devolveré».
Educar conscientemente no evitará que surjan problemas pero si hará que los padres se impliquen de forma activa para ayudar a sus hijos con una actitud amable y tranquila lo cual hará sentir a sus hijos que son respetados
Ser consecuente, el primer paso para las conductas inadecuadas de nuestros hijos
Para llevar a cabo esta educación hay que ser consecuente y de esta forma conseguiremos que los hijos escuchen.
Ser consecuente quiere decir: no precipitarse para intentar solucionar un conflicto sino buscar el origen de esa conducta en nuestro hijo y pensar cómo podemos ayudar para que la modifique y, para ello, podríamos:
- Prestar atención a la conducta de nuestro hijo.
- Reconocer cómo se siente mientras lleva a cabo esa conducta y explicarle: «Ojalá pudiera darte eso que tanto quieres».
- Decirle lo que pueden hacer, no lo que no deben hacer.
- Buscar la solución junto a tu hijo.
- Explicarle cómo te sientes y explicarle cuáles son los límites.
- Ser consecuente con esos límites.
Explicar lo que se va a hacer para luego hacerlo es la forma más eficaz de ayudarles a modificar una conducta
No podemos educar con palabras como: «No hagas eso, no hagas aquello», ya que esto hace que los hijos no escuchen, no obedezcan y no les damos habilidades para modificar sus conductas. Y es que consideramos que es una falta de respeto hacia nuestros hijos: gritarles, ordenarles, amenazarles, reñirles, castigarles…
Cuando comenzamos a actuar más y hablar menos, los niños se dan cuenta de que algo ha cambiado. Aprenderán antes y aprenderán mejor. Y es que todos hemos pasado por intentar enseñar a nuestros hijos con frases como ¿quieres hacer la cama? ¿quieres, por favor, venir a cenar? Y su respuesta es ¡¡¡¡NOOO!!!!!
Cambia tus frases por algo más simple, concreto y que no lleve a discusión como:
«Es hora de cenar» o «antes de irte tienes que hacer la cama, recuerda lo que habíamos hablado».
Si hablamos en este tono, desde pequeños, los niños aceptarán los límites, las obligaciones y las responsabilidades. También es importante cuando queramos actuar y no hablar, estar cerca de nuestros hijos y que haya un contacto visual con ellos. Y es que ¿crees que es lo mismo dar información desde cerca e intentando llegar a través de nuestra mirada y presencia que a gritos desde la habitación de al lado?
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