¿Nuestros hijos parece que están siempre apunto de romper los límites y poniéndonos a prueba? ¿Por qué nos retan así? A medida que nuestros hijos van creciendo, nos retan para ver hasta dónde pueden llegar y cuáles son nuestras reacciones. Esta actitud puede ser algo agotador para nosotros.
¿Por qué los niños retan a sus padres?
Hay veces que los padres interpretan ciertas respuestas como un reto. En realidad es que el niño no ha entendido las normas o no tiene la madurez necesaria para controlar su conducta. Recuerda que los desafíos forman parte del proceso de crecimiento y no van dirigidos contra ti. Recordar esto te ayudará a mantener claros los objetivos y a no perder el control.
Este comportamiento puede significar dos cosas: quieren saber qué pasa si transgreden las normas o quieren nuestra atención. Es un «tira y afloja» que afecta a la convivencia. Suele ser una actitud frecuente entre los dos y los seis años además de la adolescencia también.
Tipos de retos en niños y adolescentes
Los hijos, para madurar y alcanzar la independencia en su desarrollo, necesitan retar a los padres. Es importante analizar el temperamento del niño, el estrés generado por circunstancias y causas familiares, los estilos educativos de los padres, etc..
Los niños pequeños se autoafirman y descubren su individualidad a través de la rabieta o del «no hacer caso». Y experimentan su autonomía y su entorno, aprenden que «no provoca una lucha por el poder y que a veces ganan».
En la adolescencia, las discusiones, insultos y amenazas son el cambio en el que reafirman el yo, su independencia y su individualidad.
La situación debe empezar a preocuparnos en varias fases cuando:
- Se resiente la convivencia en casa o en el colegio
- Esa actitud retadora es permanente
- Las consecuencias afectan seriamente a la vida del niño
¿Qué puedes hacer ante un reto de tus hijos?
- Tiene que haber lógica y coherencia en los límites y en las normas. Debemos ser concretos y claros.
- Hay que poder defender dichos límites sin sentirse culpable, sin gritar, manteniendo la calma.
- Sé firme: tiene que ver que lo tienes claro.
- Establecer rutinas y hábitos generan tranquilidad.
- Anticípate. Informa de las consecuencias de saltarse las normas antes de que ocurra.
- Sé consistente y constante cuando tengas que aplicar esas consecuencias.
- Refuerza las conductas alternativas: obediencia a cumplir las normas y cooperación. Resalta siempre las conductas positivas de tus hijos.
- Dile lo que esperas de él.
- Critica su comportamiento, no a él/ella.
- No entres al trapo. «No se va a salir con la suya» no es un pensamiento que vaya ayudarte.
- Mantente calmado.
- Ten paciencia. Eso va a darte la fuerza que necesitas para entender lo que está pasando. Requiere el control de nuestras emociones.
- No te lo tomes como algo personal.
- Trata de ponerte en su lugar.
- No te empeñes en tener siempre la última palabra.
- Canaliza tu energía hacia lo positivo y limita las órdenes a lo imprescindible.
Como hemos comentado, es posible que el niño busque atención y sepa que, si se porta mal, lo va a conseguir. En ese caso, hay que romper ese círculo trabajando con dos herramientas:
- Resaltar todo lo que hace bien.
- Validar sus conductas positivas. Debe saber que estamos más disponibles cuando se porta bien que cuando se porta mal.
Es importante subrayar que no hay que tener miedo a los conflictos: forman parte de la vida. Lo que hay que aprender es a resolverlos de forma adaptativa, para todos los miembros de la familia. Las conductas de los padres condicionan mucho las conductas de los hijos. Educar es cuestión de paciencia, firmeza, límites y mucho amor.
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