La motivación puede ser la clave de muchas de cosas. ¿Sabías que nuestras palabras tienen un poder increíble sobre nuestros hijos? Cómo decimos las cosas y lo que les decimos puede marcar su bienestar psicoemocional y, por lo tanto, su infancia. Por eso, es tan importante ser conscientes de ese poder y saber aprovecharlo para criar a hijos optimistas, colaboradores, seguros de sí mismos y con autoestima.
En el post de hoy hablaremos concretamente de los mensajes motivadores y cómo pueden ser el pistoletazo de salida para reforzar su autoestima y para que adquieran un espíritu colaborativo, y a su vez para que ganemos conciencia de que nuestros mensajes pueden ser desmotivadores. Por lo que, a veces, sin darnos cuenta pueden tener un efecto muy negativo sobre nuestros hijos.
¿Cuáles de nuestros mensajes son desmotivadores?
Son aquellos que provocan la resistencia de nuestros hijos y tiene un efecto contrario al que queremos. Es decir, hacen que se resistan, que no colaboren y que se identifiquen con malas conductas y luchas de poder.
Los mensajes desmotivadores pueden ser sutiles, como por ejemplo, aquellos que les decimos cuando estamos volcados en nuestros hijos y les ayudamos demasiado o aquellas que son más directos y claros:
- «¡Demuéstrame que tienes cerebro!»
- «Eres tonto y no puedes tomar buenas decisiones»
- «¿Sería pedirte demasiado que me trates con respeto?»
- «¿Eso es lo mejor que lo puedes hacer?»
- «¡No me lo puedo creer, no espero que me ayudes!»
¿Cuáles son los mensajes alentadores? Ejemplo
Son aquellos mensajes que inducen a la colaboración. Vamos a poner un ejemplo para dejarlo más claro:
Situación:
Clara y Elena dos hermanas de 9 y 11 años , que están jugando al monopoly.
De repente pasa el perro y descoloca todos los billetes y las casas que están en el tablero.
«¡Ese es mi fajo de billetes y esas son mis casas!», dice Clara.
«¡No! Estás haciendo trampas, esas son mías», dice Elena.
El padre escucha la discusión que cada vez es más fuerte hasta el punto en que Clara empieza empujar y arrancar los billetes de la mano a su hermana.
«¡Suelta a tu hermana Clara! Ahora quiero que vayáis cada una a vuestra habitación y que reflexionéis. En 10 minutos, cuando estéis más calmadas, hablaremos», dice el padre.
Las niñas se van a sus respectivas habitaciones ,cuando suena la alarma del padre, las niñas salen .
¿Queréis que hablemos de lo que ha pasado?, dice el padre.
«¡Pues que Elena está haciendo trampas y está cogiendo los billetes y las casas son mías!, dice Clara.
«¡No es verdad, eran mías!», dice Elena.
Cómo no podemos averiguar lo que ha pasado o de quién es cada casa, el padre pregunta: «¿Creéis que lo podíais haber resuelto de otra manera?»
«Podríamos haber dejado de jugar», dice Elena.
«Muy bien, es una posibilidad», comenta el padre.
«Podríamos haber vuelto a empezar la partida porque el perro lo ha descolocado todo», explica Clara.
«Muy bien, las dos opciones me parecen acertadas pero estoy seguro que no volverá a pasar», resume el padre que las mira con una sonrisa llena de cariño y sigue con su trabajo.
«¿Quieres volver a empezar», le pregunta Elena a Clara.
«¡Vale, pero antes vamos a sacar al perro», añade Clara.
Como puedes comprobar en el anterior ejemplo, los mensajes del padre de Elena y Clara son alentadores y motivadores. Primero, pone límites firmes a la situación que están viviendo, mandándoles a su habitación para que reflexionen. Si te das cuenta, no echa la culpa a ninguna de sus hijas sino que les ayuda a explorar diferentes formas de resolver la situación. Finalmente, les transmite la confianza de que van a ser capaces de resolverlas.
Estos mensajes alentadores les hacen sentir bien y les motivan para colaborar, les hacen sentirse que son tenidas en cuenta, que son competentes y que tienen la confianza de los padres para resolver los problemas, lo cual provoca una gran fuerza para el cambio.
La clave para que los mensajes sean alentadores o no, depende de la resistencia que pongan nuestros hijos.
Motivación ¿Cómo usar los mensajes motivadores?
Los mensajes deben centrarse en nuestros principales objetivos a la hora de educar a nuestros hijos. Es decir, queremos enseñarles a que tomen mejores decisiones, se comporten de una forma aceptable, a que colaboren, a que sean independientes, a que sean más responsables… Pues éstas son son las principales características en las que deberíamos centrarnos.
1.- Debemos motivarles para que tomen las mejores decisiones.
Enseñar a ser responsables a nuestros hijos implica que hay que darles responsabilidad para que tomen decisiones y experimenten los resultados de dichas decisiones. Cuando ayudamos a nuestros hijos a que exploren las diferentes posibilidades que tienen para tomar las mejores decisiones, les enseñamos a ser responsables y a que analicen antes de tomar dichas decisiones, las consecuencias que pueden tener.
2. – Debemos motivarles para que elijan las mejores conductas.
3.- Debemos motivarles para la colaboración.
No solamente debemos motivarles cuando ha habido una mala conducta previa, siempre que un niño ayuda o colabora tenemos una gran oportunidad para su motivación y de esta forma que siga colaborando.
4- Hay que motivar su independencia.
Para que aborden por sí solos los problemas y las tareas que deben resolver. Es importante enseñarles las habilidades necesarias y estas habilidades, junto con la motivación son fundamentales para este proceso. Ambas cosas les darán el valor que necesitan para asumir sus propios riesgos.
5.- Es fundamental la motivación de los progresos.
Todos los progresos y los aprendizajes requieren un esfuerzo y los progresos se hacen de forma gradual. No debemos ser impacientes y esperar que nuestros hijos dominen inmediatamente todo lo que queremos.
Es mejor que les motivemos e invirtamos nuestra energía en ello, no en largos sermones. Tenemos que centrarnos en su esfuerzo y no en los resultados que se consigan.
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