Acompañar emociones en la infancia y adolescencia es fundamental para un desarrollo emocional sano. Las etiquetas en la infancia pueden ser una gran barrera en la vida adulta. Os voy a contar una historia que, aunque parezca ficción, no está tan alejada de la realidad en muchas familias.
Para Carmen y Miguel, María, su hija, había sido muy pesada desde pequeña. Cuando era un bebé, lloraba por las noches durante casi dos horas antes de quedarse dormida, noche tras noche. Sus padres no entendían que un bebé para dormirse necesita sentirse seguro, tranquilo y estar en brazos de sus padres. No sabían que dejarlo llorar durante tanto tiempo, día tras día, tiene consecuencias muy negativas.
Desde entonces le llaman «la plasta», porque tanto sus padres como toda su familia dicen que es una pesada.
Un día, cuando María tenía 14 años y después de jugar un partido de baloncesto, se dio cuenta de que todos sus compañeros iban a hacer una fiesta y no le habían invitado. María se sintió muy mal. No se daba cuenta de que era querida por su grupo; simplemente no le habían invitado porque era una fiesta organizada por otra persona que estaba fuera de su círculo. Pero ella se vino abajo. Le importaba demasiado la opinión de los demás porque se sentía poco valorada, poco tenida en cuenta y siempre fuera de lugar.
Cuando llegó a casa, habló con su madre y se lo contó, a lo que su madre le respondió:
«No te preocupes, cada uno tiene su papel y tú eres la pesada del grupo. Siempre lo has sido».
Cuando su madre se fue, María puso la música a tope e intentó no sentir esas emociones que tanto sufrimiento le producían.
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¿Qué podemos aprender de este ejemplo sobre acompañar emociones en la infancia y adolescencia?
El vínculo entre padres e hijos es el más fuerte que tiene el ser humano y deja una huella que durará toda la vida. Acompañar emociones en la infancia y adolescencia es fundamental para un desarrollo emocional sano.
Muchos problemas en la relación con los hijos surgen cuando intentamos acoplar a los niños al mundo adulto, creado bajo sus reglas, sin espacio para la mirada infantil. Esto genera desconexión y sufrimiento.
Acompañar las emociones implica estar presentes cuando nos necesitan, saber lo que sienten y permitir que lo expresen. Nadie puede imponerles lo que deben sentir.
Muchos de los problemas emocionales en la infancia y adolescencia aparecen porque intentamos controlar y dirigir en lugar de respetar y conectar. Ignorar los estados emocionales de nuestros hijos solo debilita el vínculo.
Cuando empatizamos, entendemos la intensidad de sus emociones y lo importantes que son para ellos. Cuanto más empáticos y pacientes seamos, más rápido se recuperarán de sus emociones difíciles.
¿Cómo acompañar de forma respetuosa?
- Escucha sin juzgar.
- Permite que expresen lo que sienten.
- Evita largas charlas: explica con empatía y brevedad.
- No quites importancia a lo que sienten, su mundo es real.
- Usa palabras de aliento, apoyo y validación emocional.
- Deja que busquen sus propias soluciones cuando haya pasado el torbellino emocional.
Este acompañamiento constante permite desarrollar la madurez emocional que les ayudará toda la vida.
Todo empieza por nosotros
Para acompañar bien, los padres debemos empezar por identificar nuestras propias emociones. Entender qué sentimos y por qué, para no reaccionar impulsivamente con nuestros hijos.
Solo desde ese autoconocimiento podremos conectar de verdad y ayudarles a ellos a conocerse también.
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