El sufrimiento es inevitable, la manera de responder ante él no

El sufrimiento es inevitable, la manera de responder ante él no. Es importante que los padres comprendamos el proceso del que vamos hablar para poder ayudar a nuestros hijos. Cuando nuestros hijos tienen una experiencia desagradable o una experiencia que les produce un gran malestar, la situación se ve multiplicada por los pensamientos y los sentimientos que tienen respecto a lo que ha ocurrido.

Sufrimiento = Dolor frente a lo que ha ocurrido x Resistencia ante la realidad

Los pensamientos y sentimientos que tienen que ver con experiencias pasadas parecidas o incluso con miedos al futuro y que surgen ante un acontecimiento desagradable, son los que predicen el sufrimiento.

«Mi mamá hoy no no quiere que vaya a jugar al parque con mis amigas», se puede transformar en:
«Mi mamá nunca me deja jugar con mis amigas»
«Voy a estar  muy aburrida toda la tarde»
«Será que soy tonta y no se fía de mí»

La mayoría de los pensamientos y los sentimientos que les tiran para abajo son el reflejo de una resistencia a que las cosas sean tal y como son, es decir, a que las cosas sean y ocurran de otra manera. Este proceso que nos ocurre a todos es importante que lo comprendamos bien, para poder explicárselo a nuestros hijos con ejemplos.

El malestar se produce cuando una experiencia desagradable va unida a querer que las cosas sean diferentes

¿Tu hijo/a reacciona mal ante las situaciones adversas?

Cómo explicar a nuestros hijos cómo se produce el sufrimiento

Podemos hablar con nuestros hijos de forma sencilla y clara, y explicarles de qué manera se produce ese sufrimiento. Se lo podemos decir como si fuera una multiplicación, es decir:

Sufrimiento = Experiencia desagradable x Resistencia

Cojamos un papel y un lápiz y sentémonos con ellos para explicarles esta multiplicación recordándoles dos o tres ejemplos para que comprendan en qué consiste esto.

Debemos dejarles claro que las cosas que les ocurren en la vida no las pueden ni podemos cambiar, pero sí podrán cambiar cómo reaccionan a lo que pasa. En otras palabras, pueden variar el grado de resistencia que ponen a lo que ocurre (el nivel de intensidad cuando quieren que las cosas sean distintas).

Vamos a verlo con un ejemplo:

María es una niña de 8 años a la que le pedimos que recuerde algo desagradable que le ha pasado.

María nos contesta que quería ir a jugar con sus amigas pero su madre ya le había explicado que primero tenía que recoger su habitación.

A continuación, María pensó: «Mi madre es mala, nunca me deja hacer lo que quiero. Es injusto».

¿Cómo se encontraba María? Pues triste y enfadada. También estaba enfadada consigo misma porque su madre le había dicho hace un rato que, por favor, ordenara su habitación y se le había olvidado.

¿Dónde sentía su enfado? En los brazos y las manos estaban tensos, en la cara enfurruñada.

Así que vamos a hacer la multiplicación:

¿Cuál fue la experiencia desagradable? María se da cuenta que es: «No poder ir a jugar al parque con sus amigas» y le pone una puntuación de 8 sobre 10.

¿Qué puntuación le vas a poner a esos pensamientos, a esos sentimientos y ese a ese agarrotamiento de brazos y manos? María le pone un 8 también.

Entonces 8 de Experiencia desagradable x 8 de los Sentimientos = 64 de Sufrimiento.

Ahora pensemos que cómo la habitación tiene que estar ordenada y eso no podemos cambiarlo. ¿Cómo podremos disminuir el malestar?

María responde que no pensando eso de su madre y no poniéndose de malhumor porque su madre ya le había advertido de que hiciera la habitación.

Sin duda, esto es un buen comienzo y una excelente reflexión, ya que María se da cuenta de que si reacciona tranquila y ordena su habitación, luego podría bajar a jugar todavía.

Esto lo podemos hacer con muchos otros ejercicios. Vamos con otro ejemplo:

«Mamá, hoy no me han sacado a jugar al partido de fútbol, me han tenido sentado todo el tiempo en el banquillo.»

«¿Y qué has pensado?»

«Que es injusto y que el entrenador me tiene manía. Soy un inútil y nunca sabré jugar bien.»

En un momento así, ponle a hacer la ecuación:

¿Cómo calificarías esta experiencia de estar en el banquillo de 0 a 10 de desagradable? Un 10.

¿Y cómo calificarías todo lo que has pensado y sentido por no haber salido a jugar ?¿Cómo te han hecho sentir? Otro 10.

10 x 10 = 100.

¿La próxima vez que te quedes en el banquillo, crees que puedes pensar otras cosas?

«¡Claro! Puedo pensar que la semana pasada estuve lesionado y me dolía todavía el tobillo y por eso no ha querido que salga, para no hacerme más daño. Y que, además, hay un chico nuevo y el entrenador quería ver cómo jugaba».

Eso cambiaría totalmente la ecuación.

La ecuación para disminuir el grado de sufrimiento

Este sistema les permite entender cómo se resisten al dolor y a las circunstancias inevitables de la vida y cómo el sufrimiento lo añaden ellos con sus pensamientos, sus emociones o sentimientos añadidos a lo que les ha pasado

Entonces se dan cuenta que pueden aumentar o disminuir su grado de sufrimiento si controlan su resistencia a lo que ocurre.

Por supuesto, es importante que entiendan que querer que las cosas sean diferentes no es malo, en absoluto. Es más querer que las cosas sean diferentes es el motor para que no se rindan al cambio para hacer las cosas mejor y sobre todo para aceptar lo que les pasa en la vida.

Aceptar que hay que recoger la habitación para poder bajar al parque o que hay que hablar con el entrenador de fútbol y preguntarle por qué no le ha sacado del banquillo.

Enseñanzas así, pueden cambiarles la vida.

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