La regresión infantil, en algunos comportamientos, es una forma de somatizar el estrés. Un estrés que el niño no sabe gestionar solo. La regresión puede hacer que el niño vuelva a tener conductas que ya había superado. Por ejemplo, pierde autonomía y te dice que no sabe hacer cosas cuando antes sí que las hacía, vuelven las rabietas más fuertes, vuelve hacer pipí en la cama.
¿Por qué mi hijo tiene conductas regresivas?
Esta regresión es solo un mecanismo de defensa ante el miedo, el estrés y la ansiedad.
Quizás el niño ha visto en sus padres un mensaje de agobio y ansiedad que, en ocasiones, ha sido muy alto. Ha ido acompañado de la pérdida de algún familiar, del cambio de empleo, del alejamiento de la familia, llegada de un hermano… Los niveles altos de ansiedad en los padres pueden desencadenar en los niños miedos e inseguridades que les pueden llevar a querer volver a etapas donde se sentían más seguros. Por ello, empiezan a tener conductas regresivas.
Hay que tener en cuenta que los niños no tienen la madurez necesaria para pedir ayudar ni siquiera para expresar lo que les pasa. También pueden influir otros factores como la edad, el contexto, el entorno familiar, las características psicológicas personales…
Normalmente, cuando se resuelve el problema emocional vuelven a su comportamiento habitual. Todo ello, tras adquirir nuevas habilidades en el manejo de sus emociones.
¿Cómo puedo ayudar a mi hijo a disminuir esas conductas?
- Observar al niño que muchas veces está haciendo una llamada de atención. Hay que valorar cuál es el motivo.
- Crear situaciones de cercanía y cariño, donde el niño puede expresar cómo se siente lo que le preocupa.
- A veces necesitan ayuda para poder hablar de ellas, en esos casos, puede usar el juego simbólico o los cuentos.
- Habla con él/ella de las emociones, para que aprenda a reconocerlas: Ahora es un buen momento. Empieza abordando las emociones que siente en este momento.
- Usa el lenguaje adecuado a su edad.
- Empatiza con él, que te vea sensible y pendiente de lo que necesita.
- No le regañes ni le digas que parece un bebé.
- Controla tu ansiedad y analiza tus emociones.
- Pide ayuda si te desborda la situación.
Paciencia y mucho cariño son las claves para que tus hijos dejen esos comportamientos. Sin embargo, si observas que se mantienen en el tiempo pide ayuda de un profesional. A veces, es necesario que te den herramientas específicas para saber cómo gestionar esa situación en particular.
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