Primero vino el «quiero» ser psicóloga para ayudar a los niños y a los adolescentes a ser más felices. Lo sentía con mucha claridad desde muy pequeña. Siendo niña, quería ayudar a otros niños.
Después vino el «elijo» y al hacerlo, doy un paso adelante, porque descarto otros caminos, otras profesiones y ahí van cerrándose unas puertas y abriéndose otras.
Finalmente vino el «compromiso» desde el fondo de mi corazón, con fuerza, con ilusión. La vida me ha presentado grandes maestros que hacen terapias con corazón y de su mano he aprendido y aprendo. Y me involucro tanto, que mientras aprendo, me transformo.
Y nada a lo que renuncio me pesa. Y voy creciendo junto a las plantas que riego.