Algunos niños sufren traumas uno o varios, a edades tempranas, de diferente tipo y relacionados con el maltrato físico, la violencia de género, el maltrato en casa o simplemente no han sido cuidados de forma adecuada porque las personas que les cuidaban también han sufrido traumas.
¿Qué rasgos podemos percibir en un niño que ha vivido algún trauma?
- Le cuesta recuperarse de los estados afectivos negativos
- Poca capacidad para describir emociones
- Sensibilidad exagerada a ruidos o al tacto
- Hipervigilancia y sensación de peligro constante a menudo
- Autolesiones
- Problemas de atención
- Agresividad
- Dependencia extrema de la relaciones
- Falta de empatía
- No esperan nada bueno de las relaciones
- Se sienten excesivamente vulnerables
Ante la duda, es imprescindible acudir al terapeuta, el cual va a proceder a una cuidadosa evaluación y a un análisis funcional del niño o del adolescente.
Acudir a un terapeuta, clave para ayudar a superar el trauma
La relación que se establece entre la entre el terapeuta y el niño/a es extremadamente importante para la superación del trauma porque:
Actitud de gran respeto por el paciente
El terapeuta debe apreciar los patrones aparentemente destructivos que ha adquirido el niño en edades tempranas como la única opción posible.
A estos niños habitualmente les juzgamos o les regañamos en casa diciéndoles qué pueden hacer las cosas mejor, pero no es frecuente empatizar con ellos.
El terapeuta les ayuda a entender como ellos han adoptado diferentes formas de evitar el dolor ante las cuales sienten vergüenza e impotencia.
Le ayuda a entender lo que hay detrás de sus conductas
Cada niño es un mundo pero todos ellos tienen algo en común: el niño que ha sufrido un trauma necesita ayuda.
Le acepta tal y como es
Estos niños tienden a sentirse atrapados dentro de sus propias conductas y el terapeuta generará un sentimiento de esperanza ya que sin criticarle ni juzgarle, le aceptará tal y como es.
Nexo de unión entre padres y profesores
El terapeuta implicará igualmente a las familias y a los profesores para que con herramientas puedan, entre todos, ayudar al niño/a para ofrecer alternativas flexibles a las que habitualmente utilizan con él/ella, en su beneficio.
Relación de validación y de expectativas
El terapeuta creará una relación de validación y de expectativas al mismo tiempo. Por un lado, debe buscar un difícil equilibrio para ayudar al paciente al cambio y, a la vez, debe respetar los impedimentos y las barreras que surgen en el durante el proceso a ese cambio. Precisamente, el arte del terapeuta implica encontrar ese equilibrio.
Relación intensa con los padres
El terapeuta trabajará de forma especialmente intensa con los padres para promover que sean figuras que proporcionen al niño seguridad y protección empatizando con ellos, calmándoles y reconfortándoles, unas veces, y promoviendo el juego y la exploración en otras.
Haremos comprender a los padres cada una de estas estrategias, ya que son claves en la recuperación del niño.
Hay niños adolescentes que creen que se merecen lo que les ha ocurrido y se sienten muy mal por ello y ese es otro de los aspectos que el terapeuta trabajará con él.
Aceptación de emociones y sentimientos
El terapeuta acepta todas las emociones y sentimientos del niño y sin juicios, ya que esto supone los cimientos de una buena relación.
Muchas veces los niños o adolescentes que han sufrido un trauma suelen tener muchas dificultades para describir sus estados emocionales y este es otro frente importante que el terapeuta trabaja con el paciente y con los padres para que ellos comprendan esta situación.
Da herramientas a los padres
Es fundamental aportar a los padres herramientas con las que ayudarles en este proceso. En este caso, por ejemplo, que utilicen los dibujos o los juegos a través de muñecos para que los niños adquieran un mejor control de lenguaje emocional y comprenda la gran variedad de emociones, es tremendamente útil.
Muchas veces luego los padres me traen los dibujos que han hecho los niños en casa con ellos ,en los que vemos reflejado la intensidad de la variedad de las emociones y los sentimientos. Y se les enseñan múltiples herramientas como juegos de cartas, cuentos o ejemplos, que pueden utilizar con los niños cuando ven que son víctimas de una emoción fuerte en casa.
Por poner un ejemplo, les explico que las emociones como grandes olas en el mar ,que parecen enormes al principio y cuando uno está firme sólido en la arena puede observarlas de forma segura.
Cada ola puede ser una emoción que verá como luego después de romper se va haciendo cada vez más pequeña y acabará desapareciendo la orilla a sus pies.
Ver cómo desaparecen las olas del océano en la orilla es un juego que les ayuda a tolerar las emociones abrumadoras que a veces sienten y a permanecer como un observador mientras las viven.
En consulta también enseño algunos pacientes que cuando esa emoción es una emoción de ansiedad muy fuerte, aprendan a ponerle el nombre y a visualizar que viene pero que se va haciendo cada vez más pequeña y cada vez más pequeña hasta que acaba desapareciendo a sus pies. Visualizar la seguridad les ayuda a recuperar el confort y la relajación. De esta manera, proponer diferentes actividades a través de las cuales puedan expresar su rabia o su ira.
Sensación de seguridad
Transmitir una gran sensación de seguridad, sobre todo, va ayudar tremendamente a la terapia que se haga en consulta.
Todo esto no dejan de ser unos rasgos muy genéricos acerca de un problema desgraciadamente muy frecuente que se individualiza con cada niño y cada adolescente.
¿Te surgen dudas? Déjamelas en comentarios.
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