«Si me hiciera caso cuando se lo digo. si me escuchara…»
Podríamos recordar todos los «te lo dije» o «si me hubiera hecho caso»… y, aunque nos sirviera de consuelo, nos daríamos cuenta de que no ha sido eficaz decírselo, es más, con estas expresiones «sacas a tu hijo de sus casillas». Prueba a cambiar tu actitud para ver si con ello ocurren cambios en tus hijos.
Los padres pueden hacer una reflexión: educan desde lo que «son» desde lo que «sienten» y eso se transmite a los hijos. Si cambias tu forma de relacionarte con tu hijo cambiará «LA RELACIÓN» entre vosotros. Esto da lugar a otra respuesta en ellos. Y es que la familia es un «sistema» en el que todos estáis conectados. Recuerda: LOS CAMBIOS EN TI, PROVOCARÁN CAMBIOS EN ELLOS.
Este proceso no se puede hacer de la noche a la mañana, pero sí poco a poco. Prueba a cambiar tu forma de ver la situación, de pensar y eso cambiará tu actitud hacia ellos.
«Te lo dije»
¿Qué tal si en vez de decir «te lo dije», decimos «todos nos equivocamos o todos aprendemos de nuestros errores»?
El «te lo dije» da lugar a resentimientos, a que se sientan incomprendidos, que tengan necesidad de protegerse de ti, que se sientan atacados y, desde luego, si va seguido de un sermón, sin duda, desconectarán.
Se suele heredar de abuelos a padres y de padres a hijos. El «te lo dije» es como una patata caliente que va pasando de generación en generación y que debemos desterrar de nuestro vocabulario.
Utilizarlo, de esta manera, hará que los hijos busquen reforzar su autoestima y su seguridad en otro sitio, no en casa, ya que el «te lo dije» va directo contra ese autoestima. Les das a entender que está en un nivel inferior al tuyo que sus decisiones son erróneas, por eso deberían seguir siempre tus consejos.
«Todos nos equivocamos»
Con él «todos nos equivocamos» convertiremos sus errores en situaciones, ya de por sí frustrantes para él en oportunidades para empatizar con él y para que se sienta reconfortado.
Mira te voy a contar lo que me pasó a mí…
Contarles lo que te pasó, darles a conocer tu experiencia y tu aprendizaje en una situación parecida, hará que sienta que vuestras historias son similares y estrechara vuestro vínculo.
Aprovecha sus fracasos para ayudarle a crecer, para que integre la experiencia. Escucha a tus hijos, que te sientan cómplices, habla con ellos:
- ¿Cómo te sientes?
- ¿Cómo crees que lo harías ahora sabiendo lo que ha ocurrido?
- ¿Por qué crees que lo has hecho de esa determinada manera?
- ¿Cómo crees que podía haberlo hecho yo en la experiencia que te contado?
- ¿Crees que yo lo hice desde el sitio adecuado?
Por último, ayúdale a aceptar las consecuencias de lo que ha pasado. Sin duda, actuar y tomar decisiones supone aceptar riesgos y solo por eso merecen todo nuestro respeto.
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