¿Necesitas tenerlo todo bajo control? ¿Crees que la felicidad de tu hijo depende exclusivamente de ti? ¿Consideras que tus hijos son de tu propiedad? Frena y reflexiona. Puedes convertirte en una madre/padre manipulador y provocar en tus hijos heridas emocionales, a veces, sin darte ni cuenta.
Cada madre o padre ha crecido en un entorno familiar con unas características propias, un nivel socioeconómico diferente, una educación distinta y una serie de problemas emocionales. Sin embargo, trasladar toda esa historia a nuestros hijos no es una buena idea.
A lo mejor ha vivido en un ambiente machista o tóxico en el que se ha sentido reprimido o manipulado. Y nosotros, como padres, ¿queremos eso mismo para nuestros hijos?
Una buena forma de evitar trasladar a los niños y adolescentes nuestras heridas emocionales es conocerlas. Como padres tenemos que ser conscientes de estos procesos de nuestra niñez, adolescencia e incluso juventud. Es posible que, a su vez, nosotros vivamos repitiendo esos patrones, en ocasiones de forma inconsciente y, en ocasiones, muy conscientemente.
El amor de una madre es infinito, pero a veces conlleva aspectos que condicionan y marcan a los hijos.
La relación de un hijo con sus padres es fundamental para construir su identidad y sus futuras relaciones. Por ello, contar con un progenitor manipulador va a condicionar la independencia y la felicidad de sus hijos.
En muchas ocasiones, ante un padre o madre que necesita controlar constantemente la vida de su hijo, nos encontramos con un niño que disimula su dolor y silencia sus emociones.
¿Qué consecuencias provoca tener una madre manipuladora?
Un padre o una madre manipulador siempre quiere que se hagan las cosas a su manera, nos dice cómo vestirnos y comportarnos, nos hace sentir mal cuando tenemos iniciativa propia, nos habla de sus múltiples sacrificios ante una conducta disruptiva. Esto puede llevar a que los hijos:
- Mientan, nieguen y oculten cosas. Los hijos con una madre/padre manipulador no construirán una identidad sólida y auténtica. Por eso mienten muy a menudo, con intención de esconder sus opiniones y no provocar que sus padres se puedan sentir culpables. Se protegen a través de la mentira.
- Oculten sus emociones para asumir las impuestas por sus padres. Esto conlleva un bloqueo emocional en el que les costará mostrar lo que sienten y conectar con ellos.
- Sean agresivos. Si a los hijos no les validamos emocionalmente, tenderán a expresar sus emociones de forma agresiva. Esto ocurre porque carecerá de habilidad para ello. La agresividad y la hostilidad estarán, a menudo, presentes.
- Presenten problemas para establecer relaciones íntimas y conexiones emocionales auténticas. No han dispuesto de su propio espacio para desarrollar una vida emocional sana y no les han enseñado las herramientas necesarias para hacerlo.
- Nieguen su sufrimiento. No quieren enfrentar sus emociones de dolor o de rabia, puesto que no saben cómo hacerlo y se sienten solos frente a ellas.
- Tengan problemas de autonomía y de autoestima.
¿Cómo puedo evitar ser una madre manipuladora?
Como padres debemos encontrar un equilibrio entre la protección, que es un instinto casi animal que todos los padres tenemos y no podemos evitar, con darles cierta libertad para que experimenten, se equivoquen y aprendan por sí mismos.
Por tanto es primordial que como padres entendamos que:
- No se deben sentir obligados a tomar decisiones para satisfacernos.
- No tienen que ceder a lo que nosotros queramos por temor. Esto es más importante si está en juego su autonomía y autoestima.
- No verter sobre ellos nuestras aspiraciones. No deben ser lo que no hemos conseguido nosotros.
- Respetar sus amistades y sus parejas.
- No les debemos sobreproteger.
- Dejar de ser competitivos con ellos.
- No es eficaz el uso del castigo para obligar y mucho menos la violencia física o verbal.
- Respetar su intimidad y no entrometerse en todo.
- No se deben sentir dependientes emocionalmente, ni inútiles o humillados.
- Debemos reflexionar sobre las causas de nuestro comportamiento y sobre las consecuencias que generan en tus hijos.
- Crear espacios donde podamos comunicarnos con ellos.
- Pedir ayuda si creemos que no podemos modificar estas conductas.
Las heridas emocionales que arrastramos de nuestra niñez o juventud no deben marcar la educación con nuestros hijos. Por tanto, son patrones en los que el asesoramiento y el apoyo de un profesional pueden darte las herramientas necesarias para ayudarte a modificar estas conductas. ¡No lo dudes!
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