Las personas somos, por naturaleza, seres sociales y necesitamos tener la sensación de pertenencia. Necesitamos a los demás y necesitamos sentir que formamos parte de algo más grande que nosotros mismos. Lógicamente, también necesitamos independencia, es decir, estar cerca de los otros pero también ser nosotros mismos. Necesitamos recibir y dar para sentirnos bien emocionalmente.
Pertenecer a un grupo supone tener su protección, recibir el afecto y el cuidado de los que forman parte de él. Y, sin duda, la familia es el primer grupo en el que empezamos a poner las bases de nuestra forma de relacionarnos con los demás.
Luego iremos formando parte de otros grupos como, por ejemplo, en el colegio, en el parque… Tenemos que entender que, para que nuestros hijos se relacionen con los otros, tienen que comunicarse con ellos: la comunicación implica un intercambio de información. Y el lenguaje verbal no es el único código que nos permite comunicarnos con los otros.
La forma de hablar, el tipo de palabras que utilizamos, cómo son las frases que construimos, desde dónde las expresamos, los movimientos de nuestro cuerpo, nuestra mirada, nuestros gestos… Todo ello forma parte del proceso de comunicarnos con otras personas y para que ese proceso sea sano y natural debemos prestar atención a lo que decimos (lenguaje verbal) y a lo que expresamos cuando lo decimos (lenguaje no verbal). Ambos forman una unidad pero, a veces, se bloquean el uno al otro y entran en disonancia. Lo cual lleva a que perdamos credibilidad ante el otro. Decimos una cosa pero expresamos otra, ya que podemos saber mentir bien con nuestras palabras pero no tanto con nuestro cuerpo.
El lenguaje no verbal es más honesto que lenguaje verbal
Problemas de socialización en niños y adolescentes
La rigidez
La rigidez es el primer obstáculo. Cuanto más flexibles sean, mejor se adaptarán. Una caña de bambú a la que puede mover el viento, recuperará fácilmente su posición. Sin embargo, una columna rígida se irá debilitando y adelgazando a medida que el viento le azote.
Por lo tanto, tiene que haber un equilibrio entre rigidez y flexibilidad. Los niños y adolescentes pueden hacer que sus conductas, sus palabras y sus actitudes sean más flexibles en función del grupo o de quien tengan delante para poder adaptarse a él.
Si entra a relacionarse con el grupo desde la rigidez, las necesidades de los demás le irán produciendo tensión y esto hará que no se sienta validado, ya que los demás percibirán esa falta de adaptación
Y todo ello termina con el aislamiento y el malestar de no poder pertenecer al grupo. El cúmulo de insatisfacciones a nivel social irá haciendo que, cada vez, se queden más al margen y que desconfíen de sus propios recursos.
Y eso hará que se forme un círculo vicioso en el que no se atreva a relacionarse por miedo a que se confirme, una y otra vez, su falta de recursos
Eso crea también cierto resentimiento hacia los demás.
La falta de ética o la falta de valores
En la relaciones sociales y en la amistad, deben existir unos valores que hagan que nuestros hijos sepan compartir, aportar al otro y aceptar lo que el otro le ofrece. Hace falta aprender: la honestidad, la sinceridad, la relación, el vínculo y la confianza con el otro.
Los padres debemos estar muy atentos acerca del proceso de sociabilización de nuestros hijos, ya que si observamos que el fracaso a este nivel se repite, necesitamos entrar a ayudarles lo antes posible
Y muchas veces necesitamos la ayuda de un PROFESIONAL para solventar y deshacer los nudos que van limitando su conducta. Muchas veces, las experiencias hacen que el niño tenga emociones desagradables y conductas poco adaptativas.
Que el niño pertenezca un grupo genera una semilla que irá creciendo a lo largo de la vida y que le conectará con su bienestar psicológico y emocional.
Por supuesto, nuestros hijos necesitan la pertenencia al grupo igual que los momentos de soledad, pero soledad elegida y no obligada. Porque la soledad obligada en la infancia y en la adolescencia es muy dolorosa. Cuando existe una soledad forzosa, hay que buscar también el origen de esa soledad para descartar problemas como el bullying o el maltrato verbal, físico o el acoso escolar.
Sea cual sea el origen, la soledad forzosa genera emociones como la ansiedad, la tristeza, la rabia y problemas de autoestima que hay que intentar resolver lo antes posible
Y que hacemos cuando su forma de relacionarse con sus amigos es siendo sumiso? Hace lo que ellos quieren, no se queja si le quitan los juguetes, no se defiende si le empujan… Niño de 4 años