La adolescencia es una etapa donde nos reseteamos como padres y las discusiones forman parte de nuestro día a día. Sin embargo, la forma de afrontar dichas discusiones es la clave para que la relación con nuestro hijo/a adolescente sea más o menos empática y llena de respeto.
Veamos un ejemplo:
Laura de 17 años echa un vistazo al armario de ropa de su madre y coge la chupa de cuero de cuando ella era joven.
– «Mamá, tú ya no te vas a poner esta chupa de cuero porque esto solo lo llevan las chicas jóvenes y hace mucho que tú no te la pones»
Su madre ha tenido un mal día porque precisamente se ha sentido mayor y hoy Laura le ha tocado la fibra sensible.
– «¿Tienes que pasar revista lo que tengo? Mejor espera que me muera y ya te la quedas»
-«¡Jo mamá! Solo te lo he preguntado siempre la tomas conmigo.
-«No la tomo contigo pero no me gusta lo que has dicho»
¿Cómo se habría podido dar esta misma situación pero enfocándola de otra manera?
-«Me encanta tu chupa de cuero mamá, ¿me la das?»
-«Déjame que le dé una vuelta. Me alegro de que te guste mucho. Quizás tengo que empezar a saber que ya no voy a utilizarla más. Cógela, de momento, prestada y te la daré cuando deje de aferrarme a la ropa que usaba cuando era joven».
-«Lo siento mamá. Te he recordado cosas que no te gustan».
-«No te preocupes, necesito trabajarlo es un proceso por el que tengo que pasar».
-«Gracias mamá».
¿Qué tener en cuenta cuando se avecina un discusión con nuestros hijos/as?
Ahora podemos repasar los puntos más importantes que tenemos que tener en cuenta cuando vemos que se avecina una discusión con nuestros hijos, para entender cómo hemos evitado la discusión aquí:
Reconoce tus propios sentimientos y ten en cuenta los sentimientos tus hijos
¿Esto que quiere decir? Que no puedes imponerte como la persona que lleva la razón y señalar a tu hijo como la persona equivocada.
Esto es una de las cosas que más desgasta la relaciones dentro de la familia cuando uno insiste siempre en tener razón.
En vez de pensar así piensa en cómo te sientes tú y como se siente tu hijo.
En vez de definir a tu hijo/a, defínete tú, expresando tus mensajes con el “yo “no con el “tú”
Si llegas a casa después de un día duro de trabajo y ves toda la cocina llena de platos sucios, en vez de decir :
-«Eres un guarro/a, quedaste en fregar los cacharos, ayer por la noche»
Puedes decir:
-¡Me siento muy mal llegando cansada a casa y viendo cómo está la cocina! Ahora tengo que preparar la cena y no puedo hacerlo viendo todo tan sucio. Ahí la reacción de tu hija o hijo será la de ponerse rápidamente ayudarte pero no se sentirá atacado.
No reacciones a lo que dice, reflexiona
Si estás molesto/a, si te sientes enfadado/a por lo que acabas de oír o de ver, es importante hacer una pausa, respirar y entender porque te has enfadado.
Si la madre de Laura se hubiera parado a pensar cuando su hija le pidió la cazadora: » ¿Por qué me enfado? Se hubiera dado cuenta que el motivo de su enfado no tenía que ver con Laura, sino con ella misma.
Acepta tu propia vulnerabilidad
A la madre de Laura le asusta envejecer pero tapo ese miedo con la rabia dirigida hacia su hija. Aceptar la vulnerabilidad nos hace conocernos y no entablar conflictos. No des por hecho que conoces la intención de tu hijo. Intenta averiguar de verdad que siente
Si has metido la pata admítelo y pide perdón.
Entender tus sentimientos y los de la los de tu hijo es la base para que la relación funcione y para que la educación y los vínculos sean sanos y positivos
Nunca es tarde para empezar de nuevo
No nos podemos desmoronar por creer que siempre lo hemos hecho mal, siempre podemos cambiar y todos los cambios ayudarán a mejorar rápidamente los patrones familiares.
Todas estas herramientas ayudarán a que tus hijos se sientan más seguros a tu lado porque entenderán que no te dejará llevar por el resentimiento y verán que cada vez la comprensión es mayor.
Discusiones desde el respeto emocional
Tampoco tenemos que olvidar que este estilo de discusión», basado en el respeto y emocionalmente inteligente, servirá de ejemplo para que tus hijos lo lleven también a cabo.
La mayoría de las veces, los conflictos con nuestros hijos surgen porque o, bien los padres o bien los hijos, se sienten atacados y creen que han sido atacados a propósito cuando generalmente esto no es así. Por eso es importante tener en cuenta esos pasos de los que hemos hablado.
Saber cómo se siente tu hijo/a, averiguar cómo te sientes tú y analizar el contexto… Todo eso hace que el otro se sienta respetado y tenido en cuenta.
Si nos dejamos llevar por el fragor de la discusión nos daremos cuenta de que la conversación se convertirá en un campo de tenis, en el que que nos lanzaremos razones para intentar ganar los unos a los otros y razones con las que habitualmente golpearemos al otro.
No se trata de ganar, se trata de descubrir las diferencias que hay y tratar a nuestro hijo con respeto y comprensión.
¿Estás de acuerdo? ¿Te surgen dudas? Déjamelas en comentarios.
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