Hoy en día, se sabe que los castigos pueden tener consecuencias en los más pequeños, no siendo además eficaces a largo plazo. Cuando aplicamos un castigo a nuestros hijos, tenemos que contar con que, aunque tenga el efecto que queremos a corto plazo, a largo plazo tiene unas consecuencias muy negativas sobre él. Una bajada de la autoestima, temor, desconfianza o rencor hacia nosotros pueden ser las reacciones de los más pequeños ante los castigos.
También debemos contar con que los castigos van perdiendo impacto por lo cual dejan de importarle enseguida y vuelven a cometer las mismas conductas.
Consecuencias de los castigos
Vamos a repasar las cuatro grandes consecuencias del castigo para el niño:
El resentimiento:
Cada vez que lo recuerde quedará grabado en su memoria, el rencor que se generó en ese momento cuando actuó de una forma que los padres no esperaban. Tendrá presente que en vez de reflexionar sobre lo qué ha ocurrido, se le aplicó un castigo con el que los padres le han atacado y, por tanto, son ellos los responsables de lo qué ha pasado y de lo mal que se siente.
Todo esto, produce un sentimiento de aislamiento en el niño, por lo que no compartirá sus dudas, sus emociones y sus pensamientos con los padres. Normalmente con el castigo los padres se fijan en el comportamiento, sin tener en cuenta los sentimientos, los motivos, los pensamientos y lo que realmente ocurrió en esa situación.
La revancha:
El niño asumirá, en un momento determinado, la derrota porque el castigo no ha sido justo pero no dejará de pedir revancha, puesto que aparecen en él emociones como el enfado, la rabia, la impotencia, la frustración y un profundo sentimiento de injusticia.
Entonces, si el niño se deja llevar por sus emociones, actuará de forma impulsiva frente al castigo, lo cual le va a perjudicar aún más. También puede elaborar un mecanismo de venganza en el que busca la revancha contra el padre o la madre para que paguen por lo que han hecho .
Y es que el niño dolorido y que está sufriendo, considera injusto lo que ha ocurrido, sobre todo viniendo de las personas que más quiere, que son sus padres. Al igual que los niños van generando la imagen que tienen de sí mismos, también lo hacen de sus padres.
Los niños, que han vivido estas situaciones de dolor, se van creando una imagen que no es real pero que les acompañara mucho tiempo, tal vez toda la vida.
La rebeldía:
El no hacer caso o el no obedecer, muchas veces, va acompañado de un sentimiento de venganza. Y es que la rebeldía y la revancha suelen ir unidas.
La rebeldía se da mucho en la adolescencia cuando aparecen conductas de desobediencia hacia las normas habituales de la casa o del hogar. También se dan en niños/as pequeños alrededor de los 2 o 3 años, ya que es una etapa en la que se están buscando a sí mismos.
En estos momentos, es clave encontrar un equilibrio entre firmeza y amabilidad. No se debe consentir, pero tampoco se debe ser demasiado rígido para que el niño/a por una parte comprenda que le queremos y que estamos a su lado y por otra parte, para que que hay algunos comportamientos que repercuten de forma negativa en los demás.
El retraimiento:
Quizá esta es la consecuencia más negativa de todas porque hace que el niño pierda su comunicación con nosotros.
Cuando el niño tenga conductas desadaptativas estaremos viendo la punta de un iceberg y si no profundizamos en la raíces y solo aplicamos castigos generaremos un sentimiento de malestar muy profundo consigo mismo y de culpa. Se verá como una mala persona, ya que las personas que más le quieren optan por estas medidas violentas con él/ella.
Por otro lado, el niño también puede actuar de forma cobarde intentando ocultar sus conductas, para no ser castigado, hasta que se llega a una desconfianza y un aislamiento total, puesto que los padres no podrán confiar en él o ella. Y lo malo de todo esto es que, muchas veces, la cobardía se convierte ya en una costumbre en la que se utiliza la mentira constantemente. Esta mentira refleja el miedo a enfrentarse al castigo, lógicamente porque ya lo he experimentado muchas veces.
Como estamos viendo las consecuencias del castigo son muy negativas y no llevarán a que el niño aprenda el por qué es necesario que cambien esas conductas. Y es que cuando veamos que una conducta que no está bien, no debemos dejarnos llevar por el primer impulso. Aunque estemos enfadados, hay que dejar que el niño se exprese, que explique por qué ha ocurrido, qué ha pasado, cuál es el origen de esa conducta. En la mayoría de los casos, el niño busca el sentimiento de pertenencia y de importancia en su hogar.
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