¿Tu hijo/a se rebela ante normas que considera injustas? Hay que tener en cuenta que, en muchos casos, los niños y adolescentes se oponen a cumplir aquellos límites que no consideran justos.
Aquí los padres tenemos que hacer un ejercicio de reflexión y pelear por aquello que merezca realmente la pena, dejando atrás discusiones que no nos llevarán a ninguna solución.
Por este motivo, en el post de hoy vamos a reflexionar un poco sobre el sentimiento de justicia y qué debemos o no hacer al respecto.
Tres causas para que una norma o límite sea perjudicial para los niños
Existen tres causas por las que una norma se convierte en perjudicial para un niño/a:
Normas muy estrictas
Utilizar un lenguaje agresivo con nuestros hijos no genera en ellos una reacción positiva. Evita frases como las siguientes:
- «¿Qué tienes que decir tú de esto?»
- «¡Te callas y punto!»
- «Aquí se hace lo que yo digo!»
- «¡Me da igual que estés cansado, hasta que no acabes no te levantas!»
- «¡En mi casa se cumple el horario que digo yo!»
- «Si los demás tienen paga, aquí tú gastas el dinero que yo digo»
Demasiadas normas
Podemos preguntarnos cuántas son demasiadas normas. Según la edad de los niños y la capacidad que tengan para cumplirlas, deberemos establecer un máximo. Cada niño necesita un perfil y nivel de atención diferente. También los cuidados que deben recibir serán distintos por las características de cada individuo, porque son únicos.
Por lo tanto partimos de esta dificultad y es difícil decir un número concreto.
Normas muy arbitrarias
Cuando no ponemos límites en casa, les estamos enseñando que todo vale, que haga las cosas que quiera cuando quiera y como quiera, las cosas que le apetezca siempre…
Pero los niños/as necesitan sentirse seguros y para eso necesitan saber: cuando toca la hora de la cena, cuando toca acostarse… Los niños necesitan unas pautas para su día a día.
Los niños/as que no tienen límites suelen padecer ansiedad, ya que la cotidianidad, los horarios, las costumbres… Todo ello, les suele tranquilizar y les da seguridad.
También ocurre que surge ansiedad en los niños a los que se le mandó a su habitación por no terminar la comida del plato y al día siguiente se les pone la misma comida hasta que se la acaben.
Las normas de forma arbitraria dependen del estado de ánimo de los padres.
Por ejemplo:
Si estás cansado le pegas un grito para que apague la tele y se acueste, pero si estás contento y relajado, te sientas con tu hijo/a y ves la tele hasta las 12.
Los hijos nunca saben cuándo toca premio o castigo, puesto que no hay un comportamiento estable por parte de los padres. Esto hace que sea imposible que los niños sepan que es lo correcto y lo adecuado.
El perdón, una gran herramienta
Tanto que las normas se apliquen con mucha laxitud, como el abuso de ellas hace que se conviertan en perjudiciales porque no son justas y esto genera niños con ansiedad, con miedo o con agresividad.
Por supuesto, los padres aprendemos cuando nos vamos equivocando y podemos evaluar en qué fallamos para mejorar cómo poner las normas y los límites en la próxima ocasión. No solo se equivocan los hijos.
Veamos un ejemplo:
Llegas a tu casa cansado/a después de un día de trabajo y ves que tu hijo/a lleva una hora llorando delante de un plato de verdura porque no se lo quiere comer.
En ese momento, nos puede el cansancio y le cogemos del brazo, arrastrarle a la cama mientras le decimos que está castigado/a y que no puede salir de la habitación hasta el día siguiente. (Aunque, nos parezca descabellado es una situación que se produce de forma frecuente).
Tras esta reacción, te sientes mal y te das cuenta de que te has equivocado. Entonces, al día siguiente te sientas con tu hijo y le pides disculpas: «Perdóname, ayer estaba muy cansado/a y no resolví bien la situación. Perdona por tratarse así porque creo que no es justo».
Los padres que se equivocan pero rectifican están enseñando a su hijo a enfrentar sus propios errores y a pedir perdón, siempre y cuando sea necesario.
Y no olvidemos que en cadacasa debe haber unas normas y unos límites que pueden ir modificándose según cambien la necesidades de los hijos, su edad y las circunstancias, también según vayamos aprendiendo de los límites que no han funcionado.
Pero el hecho de que existan esos límites y nuestros hijos los conozcan y sepan las consecuencias tanto de cumplirlos como de no cumplirlos, harán que nuestros hijos crezcan más seguros.
¿Estás de acuerdo? ¿Tienes dudas? Déjamelas en comentarios.
0 comentarios