«Es que se lo tengo que repetir 100 veces», «voy detrás de él/ella todo el día para que me haga caso». Estas situaciones se suelen plantear con asiduidad en mis consultas con los padres. Y es que nos deberíamos replantearnos algunas creencias que tenemos, las cuales nos impiden educar a nuestros hijos con la empatía y la paciencia necesarias.
Reflexiona: ¿cuántas veces al día hacemos cosas que sabemos que en el fondo no están bien o dejamos de hacer cosas que sabemos que tenemos que hacer?
A lo mejor si apuntáramos durante 10 días todo ello, nos daríamos cuenta de que nuestros hijos obedecen mucho más que nosotros. Pensar que es probable que no tengamos una vida intachable. Tal vez porque no nos cuidamos lo suficiente, no hacemos ejercicio, dormimos poco, tenemos mucho estrés, contestamos mal a nuestra pareja o a la familia, hablamos por el móvil mientras conducimos, comemos comida basura o hemos abusado del alcohol, del tabaco o incluso de algunas drogas.
Con todo esto, quiero que pensemos que no podemos pedir a nuestros hijos que tengan una vida intachable porque nosotros no somos perfectos y ellos/as tampoco.
Hay que tener claro que nuestros hijos no son perfectos ni lo serán.
Así que deberíamos olvidarnos de modelos educación en los cuales seamos tremendamente exigentes o arrastremos creencias heredadas de nuestros padres o nuestros abuelos.
Educar con límites, no con exigencias
Por supuesto, está claro que la educación conlleva el poner unos límites, el estar pendiente de los hijos, el ayudarles a sacar lo mejor de ellos mismos, el intentar apoyarles para que se conviertan en buenas personas, en personas responsables de sus actos, autónomas, que tengan valores sólidos.
Pero no queremos que nuestros hijos se conviertan en personas que sean sumisas y que obedezcan a la primera sin cuestionar.
Debemos dejar que nuestros hijos vivan sus etapas de rebeldía, que reflexionen, que nos hagan replantearnos las cosas, que nos contradigan cuando no están de acuerdo, que vayan adquiriendo su propio criterio, que intenten descubrir y curiosear fuera de nuestro ámbito.
¿Qué frases deberíamos descartar y no volverlas a decir a nuestros hijos?
- «¡Cuántas veces te tengo que repetir las cosas!»
- «¡Cuidado porque estás jugando con fuego!»
- «¡No se te ocurra contestarme!»
- «Lo digo yo porque aquí mando yo»
- «Obedece a la primera»
- «No me cuestiones y haz ya lo que te digo»
Y en lugar de estos conceptos deberíamos inclinarnos por:
- Respeta el ritmo de crecimiento y maduración de tus hijos y sus errores.
- Sé compasivo con ellos. Esto quiere decir que no debemos hacerles sentir mal a la hora de explicarles las conductas que no son admisibles, no debemos humillarles, ni añadir culpas ni reproches.
- Procuremos ser empáticos. Nosotros no nos sentimos igual todos los días, ellos tampoco. Lo contrario te hará perder peso, autoridad y respeto ante tus hijos.
- Los límites se ponen con amabilidad, con cariño y con respeto.
- Motívale para que sea curioso para que quiera descubrir y aprender. Motívale para que luego disfrute de la satisfacción de lo que ha conseguido.
- Ellos se merecen ser tratados con dignidad y con respeto, así les enseñaremos a ser respetuosos con los demás
- En la próxima reunión que hagáis a nivel familiar, ya que de vez en cuándo es importante hacerlas, podéis sentaros todos y que cada uno explique las cosas que le molestan de los otros.
Ejercicio para hacer en familia
Podemos pedirles que hagan una lista escribiendo lo que les molesta de sus padres o de sus hermanos. Un listado de lo que gustaría que cambiarais y vosotros, a su vez, podéis hacer una lista de los cambios que os gustaría ver en ellos.
Vamos con un ejemplo para que lo tengamos todo más claro:
- Que se duche cuando se lo pido, a las 8 porque cenamos a las 8:30.
- Cuando se meten a la cama ya no hay ni móvil , ni tablet ni ordenador.
- Que recoja su ropa sucia del suelo y la deje en el cubo de ropa sucia de la cocina.
- Cuando su hermano le pincha venga y me lo diga pero que no le grite ni le pegue.
Probablemente os sorprenderá que vuestra lista va a ser mucho más larga que la de ellos. Una vez hagamos este ejercicio, debemos elegir qué cambios son los realmente importantes. Hay que tener en cuenta que nuestros hijos van a esperar de nosotros concesiones a sus peticiones.
Se trata de trabajar a través del juego y sin castigos tanto los cambios en nosotros como en ellos.
Si ves que los cambios que necesitas ver en ellos o ellos en ti, son muy grandes y vuestra relación en casa es tensa, hostil y no es posible llegar a un entendimiento, busca un profesional que te ayude.
¿Tienes dudas? Déjamelas en comentarios.
0 comentarios