Imaginemos por un momento que queremos aprender a nadar. No bastaría con que nos dieran una charla muy larga durante dos horas sobre cómo se nada, tendríamos que meternos en la piscina y practicar durante bastante tiempo. Eso sí, si alguien cerca nos da información sobre cómo hacerlo, todo irá mucho mejor.
Nuestros hijos aprenden de una forma parecida. A veces les damos información para que ellos puedan decidir correctamente pero, en algunas ocasiones, requieren de más tiempo de práctica para poder llevarlo acabo.
Principales dificultades de nuestros hijos para decidir correctamente
Cuando nuestros hijos se enfrentan a situaciones en las que tienen que decidir, y existe una opción correcta y otra que no lo es, es posible que sufran. Esto puede ser porque se encuentren con alguna de estas situaciones que le suponen un conflicto interno.
1. La información a veces no es suficiente
María, de siete años, lleva siempre al colegio un almuerzo muy rico que le prepara su madre. Pero nunca se lo llega a comer porque siempre hay alguien en el patio que que se lo quita. Su madre le ha dicho muchas veces lo que debe hacer: El almuerzo es para ella. Pero continúa dejando que las demás niñas se lo coman entero.
En esta ocasión a María no le basta con tener la información, ella sabe muy bien lo que su madre le ha dicho. Pero le da miedo decir ‘no’ a las niñas de su clase. Si nos enfrentamos a casos como este, es bueno practicar con la madre y el padre. La madre puede hacer de María y y el padre de una niña del patio.
Un niño se acerque a coger el almuerzo de la niña y le dice: «¿Qué traes hoy? ¿Qué te ha puesto tu madre? ¡Dámelo, tengo hambre!»
La madre, en el papel de María dirá: «¡No! Lo siento, este almuerzo es mío y no te lo puedo dar». Se dará la vuelta y se irá.
A continuación, María puede practicar con su madre y su padre hasta que vaya cogiendo un poco de seguridad.
Después de practicar esta situación en diversas ocasiones, la madre de María observará, con sorpresa, que su hija se ha comido su almuerzo en el colegio. Esto debemos interpretarlo como la adquisición de una nueva habilidad por parte de María.
Una técnica tan sencilla como esta, junto con un poco de motivación, pueden hacer que nuestros hijos aprendan más rápidamente. Representar la conducta que quieren adquirir es algo que se puede utilizar para resolver diferentes problemas. Por ejemplo, cuando el niño quiere adquirir una nueva habilidad, no hace falta que se porte mal.
Esta forma de aprendizaje es especialmente eficaz en niños desde los dos hasta los siete años. En ese periodo de tiempo, los niños tienen la capacidad y la oportunidad de oír, ver, sentir y practicar la conducta que quieren adquirir.
Debemos seguir los siguientes pasos:
- Explicar muy bien el mensaje de la conducta que quieren adquirir o que quieren modificar.
- Representar dicha conducta.
- Motivar a nuestro hijo para que lo vuelva a intentar las veces que haga falta.
- Validar y reconocer los esfuerzos y los cambios que vaya consiguiendo.
2. Volver a intentarlo
Esta técnica es muy efectiva en la etapa infantil, aunque se puede utilizar a cualquier edad y es muy fácil de llevar a la práctica. Después de una mala conducta no muy grave, expresamos el límite con claridad y le animamos a que lo vuelva a intentar. De esta forma, le estamos dando una nueva oportunidad de demostrar que lo puede hacer mejor.
Si nuestro hijo presenta una resistencia a dicha opción, habrá que pasar a otras alternativas de las que hablamos en otros artículos del blog.
Si nuestro hijo llega a casa después del colegio y nada más entrar deja el jersey en el suelo, los guantes en el sillón y la mochila en la alfombra, podemos decirle: «Tu jersey va en tu armario, la mochila en tu cuarto y los guantes en el cajón de tu armario». Después podemos añadir: «¡Vamos a intentarlo, primero dejamos las cosas en su sitio!». Lo más probable es que lo haga mejor en este segundo intento.
3. Explorar también otras opciones
Muchas veces los niños no tienen en cuenta todas las opciones que hay para resolver un problema. Es labor de los padres explicarles que existen muchas formas de solucionar una situación y depende de ellos elegir de forma responsable la mejor de las posibilidades.
Esta técnica es especialmente apropiada ya en niños un poco mayores y en adolescentes, puesto que exige una capacidad de abstracción. Consiste, principalmente, en que los padres se den un pequeño tiempo para explorar con el niño otras opciones, aparte de la primera que él es capaz de leer, que tienen para resolver o enfocar una situación o una conducta problemática. Los padres pueden animarles a que elijan la opción que ellos consideren.
Daniel que ha estado 10 minutos en su habitación para tranquilizarse y pensar acerca de por qué pega a su hermana todos los días. Cuando sale podemos establecer un diálogo con él.
Y ahí le planteamos qué puede hacer la próxima vez que le entren ganas de pegar a su hermana: «Si te ha quitado un juguete, puedes pedírselo con educación o pedirnos ayuda a nosotros para que te ayudemos a recuperarlo».
Como es aplicable también a adolescentes, debemos entender que esta metodología requiere un tratamiento diferente debido a la edad de nuestro hijo:
Juan, de 16 años, llega a casa muy tarde después de haber estado en casa de un amigo. Regresa mucho más tarde de la hora permitida y dice que no ha sido su culpa porque el amigo con el que tenía que volver, no quería irse.
En ese caso, podemos sentarnos con él y plantearle qué otras cosas podría haber hecho como, por ejemplo, llamarnos para decirnos lo que estaba pasando. Con ese acto, nosotros hubiéramos podido ir a buscarle.
«Tienes razón. Eso haré la próxima vez», dijo Juan.
4. Las opciones limitadas
Establecer un límite claro, o una norma sencilla de comprender para el niño, permite que nuestros hijos se conviertan en los responsables de su decisión y empiecen a decidir por ellos mismos. Como ya se ha comentado en otros posts, poner un límite supone una consecuencia natural que va íntimamente unida a sobrepasar la norma acordada.
Si Luis el día de Reyes coge su camión eléctrico para jugar y le explicas que puede jugar por todo el jardín, excepto por la zona de las floree, es posible que al cabo de un rato compruebes que está jugando en la zona de las flores. El niño ha descubierto durante su juego que esa tierra es estupenda para el camión.
En ese caso hablas con él y le dices: «Te he dicho que la zona de las flores no es para jugar». Acto seguido, le deberemos quitar el camión para el resto del día diciéndole: «No es lo que habíamos hablado, salvo que no vuelvas a hacerlo».
La resolución ideal en nuestro ejemplo sería que Luis no volvió a entrar en la zona de las flores. En la situación contraria, volvería a jugar en la zona advertida y habría que quitarle el camión. En ambos casos nuestro hijo habrá aprendido la lección.
Cómo se utilizan las opciones limitadas:
- Dar pocas explicaciones y ceñirnos a normas concretas y claras en la que tengan dos o tres opciones para decidir.
- Esas opciones que pueden decidir son sus propios límites: «No podéis tomar helado salvo en la cocina» podría ser sustituido por: «Podéis tomar helado en la cocina o en el jardín».
- Después de presentar las opciones, preguntarle: «¿Qué quieres hacer?» Esto hará que entienda su responsabilidad.
Es fundamental, cuando nuestros hijos nos digan que van a tomar una opción aceptable, que efectivamente lo hagan. Si no consiguen tomar esa decisión, debemos aplicar la consecuencia lógica de dicha acción. Es decir, si el niño hubiera vuelto a jugar con el camión en las flores, tendríamos que quitarle el camión.
¿Te ha gustado este artículo? ¿Has visto reflejado a tu hijo/a en alguna de las situaciones? Si es así, puedes dejármelo en los comentarios o puedes escribirme un email y trataremos tu tema sin problema.
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